12 jul 2021

Lesiones de rodilla más frecuentes en jugadores de fútbol. Parte 2.

Rotura de ligamento cruzado anterior de la rodilla

La lesión del ligamento cruzado anterior es el desgarro o esguince de ese ligamento, que es una de las fuertes bandas de tejido que ayudan a conectar el hueso del muslo (fémur) con la tibia. Las lesiones del ligamento cruzado anterior comúnmente se producen durante la práctica de deportes que implican detenerse o cambiar de dirección en forma repentina, saltar y aterrizar, como el básquetbol, el fútbol, el fútbol americano, y el esquí alpino. Muchas personas escuchan un chasquido en la rodilla cuando ocurre una lesión del ligamento cruzado anterior. Es posible que se te hinche la rodilla, que te sientas inestable y que te duela mucho soportar peso.

Según la gravedad de la lesión del ligamento cruzado anterior, el tratamiento puede constar de descanso y ejercicios de rehabilitación para ayudarte a recuperar la fuerza y la estabilidad, o una cirugía de reemplazo del ligamento desgarrado seguida de rehabilitación. Un programa de entrenamiento adecuado puede ayudar a reducir el riesgo de sufrir una lesión del ligamento cruzado anterior. 

Síntomas 

Los signos y síntomas de una lesión del ligamento cruzado anterior suelen ser: 

  • Un chasquido fuerte o sensación de "chasquido" en la rodilla. 
  • Dolor intenso e incapacidad para continuar una actividad. 
  • Hinchazón rápida. 
  • Pérdida de la amplitud de movimiento. 
  • Sensación de inestabilidad o de "darse por vencido" al soportar peso.

¿Cuándo consultar al médico?

Busca atención inmediata si alguna lesión en la rodilla produce los signos o síntomas de una lesión del ligamento cruzado anterior. La articulación de la rodilla es una estructura compleja de huesos, ligamentos, tendones y otros tejidos que funcionan en conjunto. Es importante obtener un diagnóstico rápido y preciso para determinar la gravedad de la lesión y recibir el tratamiento adecuado.

Causas 

Los ligamentos son fuertes bandas de tejido que conectan un hueso con otro. El ligamento cruzado anterior, uno de los dos ligamentos que cruza por el medio de la rodilla, conecta el hueso del muslo con la tibia, y ayuda a estabilizar la articulación de la rodilla. La mayoría de las lesiones del ligamento cruzado anterior ocurre al practicar deportes y hacer actividades físicas que pueden ejercer presión en la rodilla:

  • Reducir la velocidad y cambiar de dirección de manera repentina (con brusquedad) 
  • Girar con el pie firmemente apoyado 
  • Aterrizar con torpeza después de un salto 
  • Detenerse de manera repentina 
  • Recibir un golpe directo en la rodilla

Cuando se daña el ligamento, por lo general, se produce un desgaste parcial o completo en el tejido. Una lesión leve puede estirar el ligamento, pero dejarlo intacto.

Factores de riesgo

Hay una serie de factores que pueden aumentar el riesgo de padecer una lesión de ligamento cruzado anterior, que incluyen:

  • Ser mujer: posiblemente debido a las diferencias anatómicas, la fuerza muscular y las influencias hormonales 
  • Participar en ciertos deportes como fútbol, fútbol americano, baloncesto, gimnasia y esquí alpino 
  • Tener un escaso condicionamiento 
  • Usar patrones de movimiento defectuosos, como mover las rodillas hacia adentro durante una sentadilla 
  • Usar calzado que no te quede bien 
  • Usar equipo deportivo en mal estado, como fijaciones de esquí que no están ajustadas correctamente 
  • Jugar en césped artificial 

Complicaciones

Las personas con una lesión de ligamento cruzado anterior tienen mayores riesgos de desarrollar osteoartritis en la rodilla. La artritis puede ocurrir incluso si ya se ha pasado por una cirugía de reconstrucción del ligamento. 

Es probable que varios factores influyan en el riesgo de tener artritis, como la gravedad de la lesión original, la presencia de lesiones relacionadas en la articulación de la rodilla, o el nivel de actividad después del tratamiento.

Prevención 

Un entrenamiento y ejercicios adecuados pueden ayudar a reducir el riesgo de sufrir una lesión del ligamento cruzado anterior. Un médico especializado en medicina del deporte, un fisioterapeuta, un entrenador atlético u otro especialista en medicina deportiva puede ofrecer evaluación, enseñanza y comentarios que pueden ayudarte a reducir los riesgos.

Los programas para reducir las lesiones del ligamento cruzado anterior incluyen los siguientes:

  • Ejercicios para fortalecer el tronco del cuerpo, incluidas las caderas, la pelvis y la parte inferior del abdomen, con el objetivo de entrenar a los atletas para que eviten mover la rodilla hacia adentro cuando hagan sentadillas 
  • Ejercicios que fortalecen los músculos de las piernas, sobre todo aquellos para los músculos isquiotibiales, a fin de garantizar un equilibrio general en la fuerza muscular de las piernas 
  • Entrenamiento y ejercicios para enfatizar en las técnicas adecuadas y posiciones correctas de las rodillas a la hora de saltar y de volver a tocar el suelo luego del salto 
  • Entrenamiento para mejorar las técnicas a la hora de realizar movimientos bruscos y que implican giros
  • El entrenamiento para fortalecer los músculos de las piernas, las caderas y el torso, así como el entrenamiento para mejorar las técnicas de salto y de caída sobre los pies y para prevenir el movimiento hacia adentro de la rodilla, puede ayudar a reducir ese riesgo de lesión del ligamento cruzado anterior en las mujeres atletas.


Fractura de la rótula

La rótula es un hueso de forma triangular que protege la parte anterior de la rodilla como un escudo, además de tener una función estética, sirve como fulcro para el tendón de cuádriceps: aumenta así su brazo de palanca y permite estirar y flexionar la rodilla de forma adecuada. Forma parte de la familia de los huesos de tipo “sesamoideos” (huesos lisos, redondeados y pequeños que son incrustados en un tendón). De hecho, es el hueso sesamoideo más grande del cuerpo humano y está diseñado para soportar cargas muy altas. Gracias a ella podemos andar, correr y saltar con normalidad.

¿Qué hacer ante una fractura de rótula?  

Las fracturas de rótula representan el 1% de todas las fracturas esqueléticas. Pueden ocurrir por mecanismos directos (golpe o caída fuerte sobre la rótula) o indirectos (fracturas por estrés) y es 2 veces más frecuente en los hombres que en las mujeres. En los últimos años su incidencia está aumentando progresivamente, debido a la práctica de deportes de contacto en edades avanzadas y a los medios de transportes personales siempre más rápidos.

Las fracturas indirectas son las menos frecuentes, pero son las que más daño pueden provocar al aparato extensor de la rodilla; en este tipo de fracturas encontramos:

  • Fracturas por estrés: causadas por un movimiento violento de tracción muscular sobre los extremos de la rótula (avulsión), o por una carga repetitiva que cursa con dolor a nivel del hueso. Si se nota un dolor en la rótula durante los entrenamientos se debe acudir a un profesional sanitario. 
  • Fracturas por causas endógenas: tumores óseos (condroblastomas) u osteoporosis. 

Ante una fractura de rótula se desencadenan una serie de síntomas invalidantes: 

  • Incapacidad funcional para extender la rodilla 
  • Dolor difuso en la cara anterior de la rótula 
  • Hinchazón de la rodilla con posible hematoma

Según el tipo de rotura, la incapacidad funcional para mover la rodilla puede no presentarse, por eso, ante cualquier dolor o sospecha de rotura de rótula, se hace necesario un diagnóstico certero y un tratamiento rápido.

Diagnóstico:

La gran mayoría de la información se obtiene a través de la interrogación del paciente y analizando el antecedente del traumatismo directo o indirecto. En la exploración física se nota tumefacción de la rodilla con inflamación y dolor agudo e incapacidad para estirar la pierna contra gravedad (con esta limitación puede estar indicada la cirugía). Algunas veces se puede notar una movilidad anormal, crepitación o incluso se puede palpar un surco de separación entre los fragmentos fracturados. Para determinar la presencia de fractura, así como su clasificación, emplearemos la radiografía simple. Sin embargo, la resonancia magnética o la tomografía computarizada se requieren, en general, solamente para lesiones más sutiles o como diagnóstico previo a una fractura por estrés.

La clasificación de las fracturas de rótula va a depender del lugar, el número de fragmentos y de la dirección de la línea de fractura: 

  • Transversales: son las más frecuentes y advienen por mecanismo indirecto. En esta suele producirse un importante desgarro de los alerones laterales de la rótula, y la separación de los dos segmentos de fractura debido a la contracción del cuádriceps. 
  • Vertical o longitudinal: Estas son las menos frecuentes y se pueden producir en el medio de la rótula o como fracturas marginales. 
  • Conminuta: cuando por un traumatismo directo la rótula se rompe en fragmentos, y si estos no se desplazan coge el nombre de “rotula estrellada”. 
  • Osteocondrales: donde se encuentra afectado también el cartílago articular. 
  • Marginales: afectan al reborde articular de la rótula.

En un traumatismo de alta energía es necesario evaluar la presencia de lesiones asociadas a estructuras subyacentes a la rótula (ligamentos cruzados, meniscos, tuberosidad tibial, cóndilos femorales etc..).

¿Cómo recuperarse de una fractura de rótula?

Las fracturas de rótula pueden ser tratadas de forma conservadora o quirúrgica. Los enfoques terapéuticos se basan en las preferencias de los médicos y las características del paciente. La cirugía se debe evitar en los pacientes con alto riesgo preoperatorio.

Tratamiento conservador:  

Si la fractura es muy leve y no se necesita cirugía, posiblemente será suficiente tan solo reducir las propias actividades, no suspenderlas. Lo más probable es que se coloque un yeso o un aparato ortopédico removible en la rodilla durante 4 a 6 semanas, el médico puede recomendar un apoyo parcial del peso en la pierna lesionada, según tolerancia y con la ayuda de unas muletas. Durante el periodo de inmovilización es importante asegurar una reparación completa de la fractura y preservar la masa muscular de la pierna inmovilizada.

La fisioterapia en esta fase temprana desarrolla un papel importante y debe empezar desde el día 1 para optimizar la recuperación: 

  • Magnetoterapia: es un tratamiento no invasivo que se puede aplicar directamente sobre el yeso o férula. El campo electromagnético estimula las células óseas (osteoblastos) para acelerar la reparación natural de la fractura. 
  • Entrenamiento de fuerza de la pierna no operada: el entrenamiento unilateral del lado sano, mientras el otro brazo o pierna están inmovilizados, asegura una significativa menor pérdida de fuerza y tono muscular en el miembro inactivo. En nuestro sistema nervioso se presenta un fenómeno de “estimulación cruzada”, es decir que al ejercitar una pierna se producen pequeñas contracciones también en la otra y en la musculatura estabilizadora. 
  • Electroestimulación y contracciones isométricas voluntarias: la electroestimulación de la musculatura de la pierna en conjunto con la contracción voluntaria suave, permiten preservar la masa muscular y drenar las sustancias de desechos liberadas por la inflamación. 
  • Movilidad de cadera, tobillo y pie: preservamos la movilidad de estos componentes, la rodilla lo va a beneficiar en futuro. 

No hay pruebas significativas que sustentan la aplicación de hielo para reducir o limitar la inflamación, aunque tiene un importante efecto analgésico, es aconsejable tumbarse de vez en cuando con la pierna levantada y seguir las recomendaciones farmacológicas del médico. 

A la hora de quitar el yeso o la férula: se trabajará en camilla de fisioterapia con el objetivo de recuperar la movilidad de flexo/extensión activa y pasiva de la rodilla, y finalmente recuperar la fuerza para estirar y levantar la pierna contra gravedad.

El trabajo en piscina temprano es muy recomendable, ya que por la ingravidez y por la presión hidrostática se puede reeducar la marcha a la vez que se recibe de forma natural un masaje drenante; se puede tonificar la musculatura y trabajar en rangos de movimientos amplios de forma segura. En las fases finales: fundamental lograr progresivamente una correcta deambulación sin apoyos, aumentar la fuerza muscular general, la propiocepción y el equilibrio. Finalmente se readaptará el paciente al esfuerzo con programas personalizados de acondicionamiento físico, consejos nutricionales y de autocuidado. 

Tratamiento quirúrgico: 

El tratamiento quirúrgico tiene por objetivo obtener una reducción anatómica, garantizar una movilización precoz y restaurar la integridad del mecanismo extensor de la rodilla. En las fracturas muy conminutas se puede recurrir a la patelectomía. Hay diversos métodos de fijación quirúrgica, incluyendo el obenque o banda de tensión (con agujas de Kirchner o tornillos) y hoy en día se están desarrollando técnicas mínimamente invasivas tramite artroscopia. En el postoperatorio debe inmovilizarse la articulación con una férula durante 3 a 6 días, hasta que mejore la situación cutánea, para posteriormente iniciar la movilidad precoz. Se seguirán los pasos del tratamiento conservador, progresando desde la carga parcial hasta la carga completa a las 6 semanas. Se hace esencial el tratamiento de las cicatrices causadas en la intervención por la posibilidad de producir adherencias y limitaciones en el tejido blando.



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